Estos trazos fugaces, morfínicos y sin aura
fueron arrojados a la luz por las arcadas forzadas
del asco inmaculado de la soledad y del mundo.
Estas primeras líneas fueron escritas al final,
cuando el poema yacía sucio y calvo
entre los pañuelos usados
y no fue más que uno mas.
El poema era este:
Soy agnóstico, renuncio a los ritos eclesiásticos y a los poéticos.
Soy ateo, renuncio a Dios y al arte.
Nadie leyendo a ninguno.